Por Sofía Condorí

Francia siempre ha dado a la humanidad grandes artistas y filósofos. Y dos de los pensadores franceses más queridos y controvertidos del siglo XX surgieron de allí, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Aunque ambos influyeron por separado en el modo que el mundo ve el concepto de individuo y su relación con la libertad personal . Juntos desafiaron los modos en que vemos los compromisos y las relaciones de pareja.

Sartre es considerado el padre del exisistencialismo. Beauvoir fue una escritora, filósofa y feminista. Su libro «El segundo sexo» es considerado la chispa que encendió el movimiento feminista actual.

Se conocieron en 1929 cuando ambos rendian exámen para ingresar al título de posgrado en Filosofía en la Sorbona, el título que buscaba cursar la elite intelectual. Beauvoir tenía 21 años y era la persona más joven que se presentaba pero quedo segunda detrás de Sartre.

Aunque los examinadores estaban de acuerdo que ella era mejor, Sartre los sorprendió con su audacia e ingenio. Tenía 24 años y era el hijo mimado de una madre viuda, era algo así como el loser y excluido en su escuela provincial pero cuando llego a París ya había aprendido a seducir por su personalidad. Beauvoir era hija de familia burguesa con moral cristiana muy estricta. Su infancia estaba marcada por haber nacido mujer. Su padre nunca le escondió su deseo de haber tenido un hijo varón. A los 15 años se declaró atea.

Simone de Beauvoir de 1929 quedó cautivada por Sartre y como no era de esperar y avanzó sobre él. A medida que pasaba el tiempo, se hacia evidente que ninguno quería una relación tradicional.

A Sartre no le convencia la monogamia. A Beauvoir porque la mujer siempre tenía un papel secundario en la pareja. Hicieron un pacto de transparencia, según el cual a cada uno se le permite vivir su vida independiente siempre y cuando se lo contaran todo. El pacto duró 51 años.

Eran los líderes del movimiento juvenil de posguerra, el existencialismo. Esta forma de relación era una forma de oponerse a las convenciones. Entre los grupos intelectuales, su relación abierta era admmirada como paradigma de libertad y forma de ruptura con las formas burguesas tradicionales.

Hay quienes opinan que en esta supuesta relación de iguales, él tenía privilegios. Dicen que lo que hizo Beauvoir hizo fue intelectualizar la independencia.

En “El segundo sexo” Simone de Beauvoir refleja la condición de la mujer como “otra” en un mundo donde la norma, con todo su poder definitorio, es masculina. EL PROBLEMA DE LA MUJER SIEMPRE HA SIDO UN PROBLEMA DE HOMBRES, dice. La teoría principal que sostiene es que “la mujer”, o más exactamente lo que entendemos por mujer (coqueta, frívola, caprichosa, salvaje, etc.) es un producto cultural que se ha construido socialmente. Además, la mujer se ha definido a lo largo de la historia siempre respecto a alguien varón: como madre, esposa, hija, hermana. Así pues, la principal tarea de la mujer es reconquistar su propia identidad específica y desde sus propios criterios. La frase que resume esta teoría es muy célebre: “No se nace mujer, se llega a serlo” (o se deviene).

En ese sentido, su relación con Sartre puede leerse como un experimento de vivir en carne propia esa necesidad de forjar la propia existencia, desligándose de las normas sociales y, por qué no, aguantando incluso el mandato de los celos, de la posesión. Mostró y sufrió así en su propia experiencia lo complejo y doloroso de ese proceso de liberación.
Al fin y al cabo, en sus propias palabras, “PARA EL SER HUMANO EXISTIR SIGNIFICA REMODELAR LA EXISTENCIA”.

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