El Gobierno de Javier Milei viene llevando adelante un programa económico de reducción del gasto para conseguir el equilibrio fiscal en el corto plazo. Esto significó un profundo recorte en el gasto público, con el desmantelamiento de organismos y programas nacionales, despidos, paralización de la obra pública y licuación de salarios.
Sin embargo, algunos de estos ajustes no son significativos ya que no tienen un impacto sustancial en las finanzas públicas porque algunos de estos recortes son mínimos en comparación con el total del presupuesto y no tienen un efecto relevante en el déficit fiscal.
«El centro, desde lo económico, para la reducción del déficit en este Gobierno, es la restitución del impuesto a las ganancias, la paralización de la obra pública y la caja previsional y de la seguridad social», comentó a UnjuRadio, el economista y docente universitario, Sergio Chouza.
«Por la desesperación que tienen por cumplir el objetivo de la reducción del déficit recurren a todo tipo de recortes. No hubo partidas sin tocar, la seguridad social y el tema previsional es la más importante, y significa la caída del poder adquisitivo de las jubilaciones», explicó. De este modo, la contracara de este «ahorro» es menor poder adquisitivo de los jubilados.
Otro de los puntos a través de los cuales se intenta reducir el gasto es con «menos transferencias al sector privado para cubrir parte de las tarifas de servicios y de transporte y especialmente la paralización de la obra pública».
Si bien el recorte en la obra pública si resulta significativo, «no hay ningún país que no trasfiera fondos para la obra pública», que significan mejora en la calidad de vida de los ciudadanos, pero también favorece la actividad privada, da competitividad, y brinda más posibilidades de desarrollo.
«Las consecuencias directas de un programa contractivo en el plano fiscal con la obra pública también significa menos empleados en la construcción, con lo cual hay una masa salarial que no se vuelca al consumo y no revitaliza la economía».
Por otro lado, los recortes en programas especiales y los despidos masivos o los gastos de la administración central en términos de empleados «es mas simbólico» y «no mueve la aguja en términos presupuestarios».
«El Gobierno nacional está consustanciado en dar señales de tipo político y simbólico para alimentar a cierta base que le pide sangre», manifestó el economista.
El recorte a las universidades también es una de estas señales ya que «tiene más que ver con el programa ideológico del gobierno» y «no hace la diferencia en los grandes números de las cuentas públicas».
Sin embargo para las universidades el recorte «es muy significativo».
«En las partidas mas sensibles, que son los gastos de funcionamiento de las universidades, la licuación es notable», aseguró y consideró que «tal vez podamos ver puertas que se cierran dentro de un tiempo».
